viernes, mayo 23, 2014


Publicado en la revista Alfa & Gamma.

Érase una vez…

… un libro llamado The Storytelling Animal.  Escrito por Jonathan Gottschall.  La tesis principal es que la mente humana cede ante las historias.

Los cuentos, relatos, historias, cautivan más que los datos, las cifras y los hechos.  Es más, detrás de su marca favorita existe una historia.

Por ejemplo TOMS Shoes.  Esta es su historia:  Érase una vez un planeta dónde millones de hombres y mujeres eran pobres.  Cada día,  en muchos países, los pobres no tenían cómo alimentarse bien, no tenían acceso a servicios básicos, ni tenían acceso a vestuario.  Un día, el emprendedor Blake Mycoskie viajó a Argentina por vacaciones y se conmovió con la pobreza.  Por eso regresó a EE.UU. y creó una empresa de calzado bajo el modelo “uno por uno”.  Desde entonces, TOMS entrega gratis un par de zapatos por cada par que vende. 

Hasta ahora, TOMS ha entregado más de 20 millones de zapatos.  Pero lo que más llama la atención es la historia.

Creo que la falta de historias es lo que aun no permite un enlace emocional más estrecho entre las marcas y el cuidado ambiental.

Saber que somos más de 7 mil millones de habitantes, que la biocapacidad del planeta se extingue aceleradamente, que pronto necesitaremos otro planeta para extraer recursos y depositar desechos no han sido más que cifras, datos, hechos.

Necesitamos más relatos de agentes de cambio.   Necesitamos más héroes como  Malala Yousafzai, Neil Harbisson,  Nelson Mandela,  Leymah Gbowee, Wangari Maathai, Yvon Chouinard o The Elders.

Y necesitamos más gente contando su historia.

Los cambio comportamentales necesarios vienen de la mano de relatos.   Ese es el reto de marketers y marcas.  Por cierto, leí un texto de Joseph Campwell.  Decía que no estamos en una jornada para salvar al mundo sino para salvarnos a nosotros mismos.  Y al hacerlo, salvar el mundo. 

¿Qué tal así?  Había una vez un planeta limpio, hospitalario, feliz llamado Tierra. Cada día la vida de animales, plantas y personas florecía, se desarrollaba, y crecía en este planeta.  Un día las personas empezaron a usarlo de basurero.  Por ello, las plantas y los animales empezaron a desaparecer.  A morir.    Por ello la vida en ese planeta se volvió insostenible.  Hasta que finalmente…
…y este es el final que nos hace falta.

Hay algo interesante en la sostenibilidad.  En realidad, en todas las cosas.  Es una tesis que estoy desarrollando.  Esta es la historia:  Circa 1920, Jakob von Uexküll, un biólogo y filósofo ruso, desarrolló una teoría… que los distintos organismos vivos percibían un  mundo circundante diferente a pesar de vivir en el mismo entorno.  La palabra que resume esa teoría es umwelt.  Pues bien, nuestro umwelt –generalmente- no incluye al planeta.

Otra historia.  Conversé con Inés, abogada ambientalista y presidenta CEMDES, porque quería comprobar la tesis del umwelt.  Me contó que desde pequeña su vida estuvo rodeada de naturaleza, idas al campo, bañarse en ríos, leer revistas National Geographic… su umwelt siempre tuvo al planeta presente. 

Bukowski dice que la gente es extraña.  Que se enoja por temas triviales pero a temas de mayor importancia –como desperdiciar la vida- casi no le prestan atención. 

¿A temas de mayor importancia, como cuidar el planeta, la gente casi no le presta atención?  Creo que no lo tiene presente.  No forma parte de su mundo circundante.

Otro ejemplo.  Esta la historia de Gustavo.   Él preside una consultora ambiental y ha creado CIMA, CIMA KIDS y coparticipó en la creación de los Premios LatinoAmérica Verde.  Su umwelt, desde niño,  siempre tuvo al planeta presente. 

Para Inés, para Gustavo, no fueron las alarmantes cifras de incremento de la temperatura planetaria las que los motivó a vincularse a la defensa del planeta.  Fueron sus historias personales.

Debo decir que esas son dos historias, de muchas más, de agentes de cambio locales.


Ahora cuénteme… ¿cuál es su historia?

jueves, mayo 22, 2014

La impermanencia de la preservación

Me invitaron a escribir sobre preservación para una revista nueva.  El enfoque era irreverente, divertido, para una audiencia joven.

Hice un texto que las editoras rechazaron.  Pero creo que, más allá de esa historia que no es pertinente para este espacio, debo compartirlo acá:

Preservar.  Conservar.  ¿Conserva?  No creo en preservar el planeta metiéndolo en una lata. O tupperware. ¿O sí?  
Preservar la especie.  Ahora que lo pienso es irónico.   
Lo que menos necesitamos para preservar a la gente y al planeta es el abuso de las herramientas que llevamos entrepiernas.  Cada día 200 millones de personas harán el amor, 400.000 bebes nacerán y 140.000 personas morirán.   
Somos una especie exitosa. ¿O no?  No.  
Tengo una tesis.  Desde la revolución industrial nuestro umwelt* personal fue sustituyendo la naturaleza por la tecnología.  El capitalismo humano por el corporativismo.  Los dogmas por los chismes.  
¿Para qué preservar con fecha de caducidad? Mejor volvemos a la impermanencia**.

* palabra alemana, significa "el mundo circunadante".  Es parte de una tesis que publicaré como SOCIEDAD (IN) SOSTENIBLE

** lo no permanente.  Tema central en el budismo.  "Todas las cosas condicionadas son transitorias." -en palabras de Buda. 

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