jueves, mayo 07, 2009

Hace días escribí que "...que somos como las bacterias. Los seres humanos somos la única especie conocida que daña, destruye, contamina, su hábitat..."

Pues me escribió mi hermana (más bióloga, científica y verde que yo) defendiendo a las bacterias. No todas son tan malas, me dijo.

Es cierto. En realidad, son las bacterias las que hacen posible el reciclaje de los elementos. Las bacterias permiten la fijación del nitrógeno atmosférico. Las bacterias en mi cuerpo (aproximadamente hay diez veces más células bacterianas que células humanas en mi) son buenas si están en el tracto digestivo.

Como dice Wikipedia, "También se emplean bacterias para el curado de tabaco, el curtido de cueros, caucho, algodón, etc. Las bacterias (a menudo Lactobacillus) junto con levaduras y mohos, se han utilizado durante miles de años para la preparación de alimentos fermentados tales como queso, mantequilla, encurtidos, salsa de soja, chucrut, vinagre, vino y yogur.

Las bacterias tienen una capacidad notable para degradar una gran variedad de compuestos orgánicos, por lo que se utilizan en el reciclado de basura y en biorremediación. Las bacterias capaces de degradar los hidrocarburos son de uso frecuente en la limpieza de los vertidos de petróleo."



Hablemos de las otras bacterias. Aqui una foto de una de ellas, antes de decidirse a actuar verde. En esta figura retórica (bacteria por humano) esta bacteria, desbarata su entorno. Daña su hábitat. Y lo sabe. Pero hace poco al respecto. Como dice John Marshall Roberts, en mi traducción libre, "por un lado un alto porcentaje del público americano se dice muy preocupado por la salud y sostenibilidad del planeta. Por otro, esta preocupación general aun no se ha convertido en la adopción masiva de conductas ambientalmente responsables..."

Pues bien. ¿Cómo entender esa dicotomía?
Mejor aun, ¿cómo cerrar la brecha entre la conciencia y la acción?
La retórica publicitaria que existe, hasta hoy, convence a los convencidos. Un estudio en EE.UU. (Edelman’s GoodPurpose Consumer) desarrollado en el 2007 revela que, cuando el consumidor debe decidir entre dos marcas de igual precio y calidad, la variable más influyente es “propósito social” (incluso antes que lealtad de marca e innovación).
En promedio, una persona, como usted o como yo, genera 4,5 libras de basura al día. Imagine la cantidad de de basura que generamos seis mil millones de personas viviendo en un mismo planeta. Ouch!
Pero -luego de saberlo- preferimos amontonar basura, degradar los suelos de los botaderos, o vaciar fluidos (como la agüita amarilla) al mar. ¿Por qué?
Los seres humanos no decodificamos el mundo directamente. Lo hacemos a través de los marcos conceptuales de las ideas y creencias que actúan como filtros. Pensamos en metáforas. Las ideas se nos presentan como analogías.
Las metáforas y las analogías son poderosas herramientas, pues apuntan a encontrar las similitudes de las cosas. Pero también son limitadas. Como decir que los humanos somos como bacterias.
Otra metáfora es la Madre Tierra. Pues, en occidente, nadie se cree que la madre tierra es su verdadera mamá.
Mi amigo Iván Sierra tiene una magnífica explicación al respecto. Intentaré resumirla, sabiendo que al hacerlo traicionaré el rico contenido de su explicación. Pero la cosa va así... El mundo occidental está basado en distinciones, diferencias, asimetrías; no se enfoca en sinergias y conexiones. El mundo oriental lo ve todo como un todo.
En occidente, los catòlicos apostólicos y romanos aprendemos que se nos dió la Tierra y sus mares y animales para conquistarlos y dominarlos. Entonces, aprendemos a ser superiores a la naturaleza. Y aprendemos la necesidad de dominarla para trascender.
En oriente, y en las culturas ancestrales -o los pueblos no contactados,hoy, en nuestra amazonía- aprenden que el hombre y la naturaleza deben estar en armonía.
Punto de orden, da Vinci y otros iniciados también creian (y creemos) que todo es orgánico... sistemico...
Vaya disgresión. Vuelvo a las bacterias.
¿Por qué los temas ambientales nos son esquivos?
Una hipótesis que se me ocurre es que siendo lineales en el proceso de pensamiento, es evidente que no podemos creer que el planeta nos vaya a quedar corto porque consumimos y desechamos demasiado.
Es más, el Planeta ha pasado, en tan sólo 30 años, de tres mil millones a seis mil millones de personas consumiendo y desechando. Y si, hay pobreza, pero por allá... hay sequías, pero lejos... hay hambre, pero no en mi casa. Hummmm...
Este debate va de lo económico a lo filosófico. De lo social a lo pragmático. Y de vuelta.
Nos acercamos a un punto... ¿cómo cerrar la brecha entre la conciencia -de los impactos de nuestros consumos y desechos- y la acción -de menos consumo y más bienestar-?
Entendiendo cómo operamos como consumidores.
¿Por qué estamos dispuestos a pagar más por una camiseta de algodon con la marca visible, cuando la misma camiseta sin marca visible cuesta la sexta parte?
¿Por qué hacemos caso a chismes y rumores pero buscamos verificar información publicada?
¿Por qué estamos dispuestos a justificar un comportamiento en un credo o dogma de fe?
¿Por qué nos indigna nuestro sueldo cuando conocemos que el vecino gana más por hacer lo mismo? ¿Por qué no nos enojamos antes, si llevabamos haciendo lo mismo hace meses?
¿Por qué instituciones, gobiernos, ongs, empresas, voluntarios, activistas, comunicadores, marketers, no lograr disminuir la brecha entre la conciencia y la acción?

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